Dune
Paseos
Me hago una pregunta: ¿puede enamorarse una persona de un
paisaje a primera vista?. Eso suele pasar con las personas, aunque creo que también puede pasar con los paisajes. Y eso fue lo que me pasó en la exploración a
este territorio divino, el Parque nacional de los Lençóis Maranhenses en
Brasil.
“Vi en ese paisaje desolado un «correlato objetivo» de mi
ser interior, que albergaba un deseo profundo de trascender los ciclos de la
vida y la muerte.” 1
La Topofilia2 —percepciones, actitudes y valores sobre el
entorno—, que desprende este lugar a los que nos atrae los desiertos y los
lugares baldíos son indescriptibles, por eso las imágenes —las fotografías—,
son los únicos narradores acreditados para que nos susurren qué ocurre en ese
lugar.
Con una superficie de 156.584 ha, El Parque Nacional de los
Lençóis Maranhenses es un espacio de conservación de la naturaleza brasileña, y
está repartido por los municipios de Barreirinhas, Primeira Cruz y Santo Amaro
do Maranhão. Es un área protegida integral emplazada en la región nordeste del
estado de Maranhão, y fue erigida con el objetivo principal de la "protección
de la flora, la fauna y la belleza natural, que están en el sitio."
Insertado en el bioma costero marino, el parque es un
exponente de los ecosistemas de manglares, restinga y dunas, asociado a vientos
fuertes y lluvias regulares.
El parque está ubicado en la Microrregión de los Lençóis
Maranhenses, al norte de Brasil, en la costa noreste del estado brasileño de
Maranhão, Marañón en español. Con un perímetro de 270 km y 156.584 hectáreas,
el parque se halla en el bioma marino costero, con ecosistemas de manglares,
marismas y dunas. Tiene unas 90 000 hectáreas de dunas y lagunas de agua dulce
interdunas libres, extensas zonas de marisma y de costa del océano. El área de
dunas cubre de 5 a 25 km hacia el interior desde la costa. Aquí nace el Río
Preguiças, que divide el parque hasta su desembocadura en el Océano Atlántico.
Esta serie de fotografías tomadas en el Parque Nacional de
Lençóis Maranhenses, son un estudio del espacio, un ejercicio de mirada sincera,
una relación entre el hombre y el medio. La belleza del lugar, sus formas o lo
sublime, son el registro de una foto que no desnaturaliza, al contrario, es un
encuentro espontáneo con el momento. La espera y el deambular hasta llegar al
instante decisivo, casi un acto de espiritualidad y humildad.
Observar estas fotografías es un mantra desde en silencio;
una mirada que se remonta en el tiempo; un diálogo con la naturaleza, sin
filtros ni mentiras; desnudos, quizás frente a dios, que no es otro que
nosotros mismos.
"Para mí la ciudad es una cárcel y la soledad del
desierto un paraíso". Jerónimo (Payne, 1951; 99).
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