Norilsk & Dudinka
Viajes“Winter is coming.”
Estación de bomberos antigua en la ciudad vieja del centro de Norilsk.
Cuando vives la
experiencia de estar a cerca de menos 40 grados es cuando comprendes que las
escenas de Juego de Tronos son ciencia ficción, y no precisamente por los
dragones de Daenerys Targaryen, sino porque en Invernalia van muy poco
abrigados, y eso es mentira. Vivir en esta ciudad no tiene porque ser imposible
dadas estas condiciones, pero para alguien que viaja desde Sevilla, un lugar del
sur de España donde los 45 grados, o más de 45, son positivos, la experiencia
puede resultar muy dolorosa.
A la llegada nos
esperaba el humilde y gentil Andrey
Kiiko con todos los permisos impresos en una carpeta para que no hubiera
ningún problema en la aduana. Andrey es un amante del Jazz. Es curioso, pero
aquí, en Norilsk, hay un festival de jazz internacional bastante consagrado, el
Live sound de Norilsk, que se inaugura cada año. Además de aficionado a la
fotografía, Andrey, es un fiel trabajador en la compañía Norilsk Nickel,
entidad que siempre defiende con orgullo cuando sale en cualquier conversación.
Habla poco ingles, mira siempre avergonzado y con una sonrisa limpia, es un ser
noble y fiel, se siente orgulloso de su ciudad, y siempre ayuda en la logística
con los viajes.
Las bienvenidas, una
vez llegas a estos lugares remotos del planeta, nunca decepcionan, son
experiencias aseguradas. Es lo que nos ocurrió para llegar del aeropuerto al
centro de la ciudad. Aquí cuando hace mal tiempo cortan las carreteras a todo
vehículo que no sea un medio de transporte oficial, como por ejemplo, los autobuses
de la urbe. Lo hacen para que no haya accidentes de tráficos, así y todo, hubo
una colisión de tres o cuatros vehículos.
El objetivo con este viaje era conocer la periferia de Norilks, Oganer, un barrio residencial con algunos edificios abandonados que está a tan sólo 7 kilómetros del centro de la ciudad. Éste sin duda era el lugar perfecto para tomar fotos: territorios que rozan el no-lugar, su arquitectura soviética y cómo el ser humano se ha ido adaptando a este medio rudo.
Pero antes de continuar, ¿qué sabemos de
esta ciudad? La joven metrópoli de Norilsk fue fundada en 1920, pero con
estatus de ciudad desde 1953. Está muy arriba, a unos 300 kilómetros al norte
del círculo polar, 3.000 al nordeste de Moscú y es la ciudad de más de 100.000
habitantes más al norte del planeta. Las temperaturas mínimas pueden llegar a
alcanzar en invierno más de 52 grados bajo cero y, a veces, records de hasta 64,
que combinado, por ejemplo, con vientos 40 metros por segundo produce una
sensación térmica como si estuviéramos a menos 118 grados. Si pones el nombre de esta ciudad en
cualquier buscador de internet, la mayoría de la información que encontrarás es
sobre su contaminación, lo más repetido es que Norilsk es la ciudad más contaminada
del mundo por su gran actividad industrial metalúrgica. Pero esto es
meridianamente falso, como casi cualquier información que viaja por internet y
es repetida y coreada hasta la saciedad.
La ciudad de Norilsk
prácticamente existe gracias a la compañía de minería MMC Norilsk Nickel, la
responsable del empleo y riqueza de la ciudad con más del 50% de la fuerza
laboral de la ciudad.
Y aunque a ella esté
atribuida la contaminación de la ciudad, información virilizada hasta el
hartazgo, lo cierto es que esta compañía poco a poco se ha ido descentralizando
para llevar su producción a las a fueras y con ello minimizar considerablemente
la contaminación en el centro de la ciudad. Lo mismo pasa con el bulo de la escasa
o nula vegetación a causa de la polución, primero que es el falso, sí existe
vegetación. A la mínima que sales un poco del centro de la ciudad. Y segundo,
Norilsk está en medio de la tundra, que describe perfectamente la región
biogeográfica polar donde se encuentra y cuya vegetación, lógicamente, es de
bajo crecimiento.
Aquí la gente hace una vida normal,
pero no esperes mucha gente en la calle tomando cerveza o en un velador, nada
de eso. La gente hace la compra, va al trabajo; los niños a las escuelas, también
hacen esquí de fondo; y todos se divierten en sus casas, ríen, charlan, beben,
escuchan música; también hacen su propia comida, y eso sí, se levantan muy
temprano. El concepto de vida occidental tal y como nosotros la concebimos nada
tiene que ver con el de esta gélida ciudad, que rara vez se tira a la calle, y cuando
lo hace es para celebrar la llegada de la larga noche polar o algo de corte patriótico.
Pero en el centro de la ciudad, al igual que en cualquier ciudad del planeta,
hay cines, teatros y supermercados, sí en plural, y con productos algunos muy,
muy caros, ya que la logística para poder traerlos a la ciudad es muy compleja.
La forma de transportar estos alimentos es a través de rompehielos o avión, y algunos
alimentos sólo por aire, ya que el extremo frío del exterior es mayor que el
del interior, y algunas hortalizas se mantienen mejor dentro de la aeronave. Todo
esto a diferencia de la cerveza, un producto local del que se sienten muy
orgullosos.
Eso sí, lo que no podemos desmitificar es
que en Norilsk no hay turismo. Hasta hace muy poco estaba considerada como una ciudad secreta, es decir, ciudades o pueblos de la antigua Unión Soviética
donde entrar era casi imposible debido a su actividad industrial militar.
Aunque la cifra de ciudades prohibidas se ha visto significativamente reducidas
desde mediados de1990, los extranjeros, exceptuando los bielorrusos, tienen
restringido el acceso a ciudades como Kayerkan, Talnakh, Dudinka, Igarka y
también Norilsk. Los rusos sólo pueden entrar con permisos concretos.
El destino de alojarme en casa de Yulia,
una monitora de esquí de 29 años, y Maxim, un bombero de 30, me ayudo a
comprender mejor como vive un ciudadano de remota zona. Por ejemplo, muchos de
los trabajos de estas zonas inhóspitas del extremo Norte del ártico ruso, por
el clima extremadamente adverso, tienen increíbles beneficios, como por
ejemplo, vacaciones extras o pagadas, beneficios por discapacidad, beneficios
de vivienda y beneficios de jubilación. Por ejemplo, a Maxim le faltaba tan
sólo unos 5 años para dejar de trabajar, y con tan sólo 30 dedicarse a vivir,
tener hijos y disfrutar de la vida en pareja. ¿Quién no firmaría eso?: 15 años
de trabajo en vida.
Pero nada es gratuito, y además del
extremo frío, lo peor que llevan es cuando el sol nunca se pone tras el
horizonte desde finales de mayo hasta finales de julio, o al contrario, cuando se
sumergen en la noche polar durante 45 días. El desgaste psicológico y la rápida
adaptación a estos cambios es terrible. Durante el invierno es muy habitual que
la gente almacene comida en containers alrededor del barrio, o en su propia
casa, que algunas llegan a tener hasta un frigorífico y dos arcones para
congelar comida y especialmente verdura.
Lo que más me han preguntado todos los
que piensan que estoy loco por ir a un lugar triste, frio y desolado —según
ellos—, es: ¿Por qué allí?, ¿no
hay partes del mundo mejores para vivir? Una de
las muestras más evidentes de desconocimiento, así en general, y por qué no,
también de chovinismo del malo, es cuando alguien te hace este tipo de
preguntas. En primer lugar, diría que el ser humano se adapta al entorno en el
cual vive —y a veces sobrevive—. Después diría que hace muchos cientos y miles
de años todos los pueblos que fueron nómadas antes de desarrollarse la
agricultura y la ganadería pensaron que esos lugares eran lo mejor para vivir,
era lo que frecuentaban, desconocían lo que había más allá a miles y miles de
kilómetros. Y ahora no estamos hablando tanto del ciudadano de Norilsk, que en
un porcentaje muy amplio lo hace por pura economía, sino de los indígenas
Nenets, pastores de renos nómadas del Taymyr, junto a la orilla Oeste del río Yenisei. Estos viven cerca de Dudinka, la capital del ártico ruso, a unos 89 kilómetros de Norilsk. Estos
indígenas bastante desconocidos —no son como los de la península de Yamal—,
algunos ni han visto un extranjero en su vida.
Esta zona del norte de
Krasnoyarks es uno de los nueve krais de Rusia. Las brigadas de Nenets,
repartidas por este territorio, viven como nómadas en sus Balok, sus casas,
gracias al pastoreo de renos que trasladan de un terreno a otro según la
cantidad y calidad del pasto. Para llegar hasta estas brigadas hay que
desplazarse 75 kilómetros en helicóptero desde Dudinka a Tukhard —o trineo si
tienes peor suerte como me ocurrió a la vuelta—, localizada en la tundra
Gydanskii y el campo de gas Messoyakha suministrada por ambas ciudades: Un
campo helado dibujado por cientos de kilómetros de tubos plateados.
Cuando le pregunté a
Maxim cómo se puede vivir con estas temperaturas tan extremas, el me respondió,
como puedes tú vivir con 45 grados, sonrío y siguió preparando la comida para
sus perros. Fuera seguía nevando.1
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1 «Norilsk:
«Badator negua.» es un artículo escrito para el periódico Berria, en la edición del 26 de junio de 2019.
Camera: Canon 5D Mark II. Lens: Canon EF Serie L 24-70 mm 1:4 IS USM and Yashica ML 50mm f/1.4.
Editing: Adobe After Effects CC 2014 with Warp Stabilizer VFX. Color grading: Magic Bullet Film. Executive producer: Miguel A. Julián
Music: All is not lost by Tony Anderson. Father’s Land by Jordan Critz. Beacon and Born (Feat. meaning Machine) by Roary..